In
Mexico, the Payment for Environmental Services (PES) Program emerged
in 2003 as a form of economic compensation aimed at forest owners
that generate positive environmental externalities. Supporting
livelihoods is not only considered a secondary objective of PES, but
also a requirement of viability in countries considered developing.
In this article we return to the framework of livelihoods to analyze
the environmental, economic and social results of the economic
compensation of the PES in inhabitants of 14 agrarian nuclei of the
Sepultura Biosphere Reserve (REBISE), in Chiapas. We argue that the
effects on the capitals of livelihoods have been differentiated
because in some families we observe favorable results and in others
we do not. We identify these results among those who have land tenure
titles as ejidatario and those who do not, residents and residents.
These contrasts are explained by the layout of the land, but also by
the rules and agreements that are defined in the ejido assembly of
each agrarian nucleus. The PES operating rules do not consider the
heterogeneity of local actors, which has empowered the ejidatarios to
access the economic benefits granted by the PES, while the residents
and residents are left in conditions of inequality or exclusion. The
latter do not have property titles and are limited to defining the
institutional arrangements that are defined in the assembly sessions.
Keywords
Livelihoods,
PES, institutional arrangements, REBISE, ejido.
Introducción
El
programa Pago por Servicios Ambientales (PSA) es un instrumento de
compensación económica reconocido a nivel mundial como
una herramienta para contribuir en la protección ambiental y
el desarrollo socioeconómico regional (Muradian et
al.,
2010). A más de dos décadas de su promoción e
implementación, se ha convertido en una propuesta importante
para la conservación de los ecosistemas en el Sur Global
(Shapiro-Garza et
al.,
2019). La idea central de estos esquemas es que al internalizar las
externalidades positivas se corrigen las fallas de mercado que
conducen a la degradación ambiental (Engel et
al.,
2008).
Los
PSA representan acuerdos voluntarios destinados a compensar personas
o grupos por el suministro de servicios ecosistémicos (SE),
los cuales son valiosos y necesarios para la sociedad (Engel et
al.,
2008). La implementación de estos mecanismos a diversas
escalas (nacional, regional y local) en los países en
desarrollo han generado expectativas de que, en condiciones
adecuadas, puede proporcionar soluciones de “ganar-ganar”,
tanto para problemas ambientales como sociales (Schomers y Matzdorf,
2013; Muradian et
al.,
2013).
El
principal supuesto de estos esquemas es que cuando se transfiere un
incentivo financiero condicional a los dueños de terrenos
forestales se tiene el potencial de lograr una conservación de
los ecosistemas y el desarrollo de los medios de vida de las familias
rurales (Ferraro y Kiss, 2002; Jones et
al.,
2018). A diferencia de otras herramientas de conservación, los
PSA constituyen arreglos institucionales que se condicionan por un
contrato (por un tiempo determinado, normalmente cinco años),
entre proveedores y usuarios de servicios ambientales (SA) en donde
los primeros realizan prácticas de gestión de la tierra
para mantener la función de algunos procesos ecológicos
que derivan en SA, por ejemplo, hidrológico, biodiversidad y
captura de carbono (Wunder, 2005; Corbera et
al.,
2019).
En
países como Costa Rica, México, Ecuador y Colombia se
han desarrollado programas nacionales con el propósito de
reducir el cambio de la cubierta forestal y proteger la biodiversidad
(Pagiola et
al.,
2005; Alix-Garcia et
al.,
2018). Esta estrategia de conservación tiene su origen en el
marco de las relaciones Norte-Sur expresado en donaciones y préstamos
otorgados por países desarrollados e instituciones
multilaterales como el Banco Mundial (Lorenzo y Bueno, 2020). Si
bien, los cuestionamientos sobre su efectividad ambiental y
socioeconómica aún no se resuelven, sigue creciendo su
popularidad en varios países de Latinoamérica (Börner
et
al.,
2017; Salzman et
al.,
2018).
En
México, el recurso proveniente del PSA se ha destinado
principalmente a habitantes de ejidos y comunidades, debido a que
aproximadamente el 70 % de los ecosistemas forestales se encuentran
en tierras de propiedad social
(Madrid et
al.,
2009). Lo anterior conlleva a que más del 85 % de los
beneficiarios son propietarios comunales (Sims et
al.,
2014). En el año 2003, la Secretaría de Medio Ambiente
y Recursos Naturales (SEMARNAT), publicó sus primeras Reglas
de operación, con el propósito de vincular la
conservación de los bosques con la mejora de los medios de
vida de los propietarios de bosques que brindan servicios
ambientales. El gobierno mexicano, a través de la Comisión
Nacional Forestal (CONAFOR), actúa como el único
intermediario, con el poder de negociación para seleccionar
los predios forestales sujetos a participar, establecer las
regulaciones y definir los montos a pagar (Muñoz-Piña
et
al.,
2008).
En
nuestro país, la literatura científica de evaluación
de impacto del PSA se ha centrado en analizar el efecto sobre el
cambio de uso de suelo. Los hallazgos estiman que el programa ayudó
a reducir la pérdida de cubierta forestal entre un 41 % y 50
%. Al mismo tiempo, según lo expuesto por algunos académicos,
generó un pequeño incremento en el índice de
alivio de la pobreza (Alix-Garcia et
al.,
2015; Sims y Alix-Garcia, 2017; Arriagada et
al.,
2018). Por otra parte, en lo que respecta a la capacidad del programa
para alcanzar objetivos tanto ambientales como sociales (vale decir,
ganar-ganar),
la evidencia muestra resultados mixtos (Hejnowicz et
al.,
2014; Ezzine-de-Blas et
al.,
2016; Corbera et
al.,
2019).
A
pesar de los aportes de este conjunto de estudios, que proporcionan
una importante evidencia de los efectos socioambientales de esta
política ambiental, existe una comprensión limitada
sobre las condiciones en que estos esquemas de compensación
económica mejoran la sostenibilidad de los recursos naturales
y, además, permiten que fomente los medios de vida de la
población (Hejnowicz et
al.,
2014; Blundo-Canto et
al.,
2018).
El
objetivo de este trabajo es identificar los efectos del PSA en
distintos tipos de capitales: social, natural, financiero, humano y
físico, de las familias participantes. La atención está
centrada en analizar de qué factores dependen los efectos
diferenciados de estas compensaciones económicas en habitantes
de 14 núcleos agrarios de la Reserva de la Biosfera la
Sepultura, en Chiapas.
Para
realizar este análisis utilizamos el enfoque de los medios de
vida (MV). Se entiende como medio de vida a las capacidades,
capitales y actividades que las personas necesitan para vivir. Los MV
sostenibles pueden soportar tensiones y choques y, a la vez, mantener
y mejorar las capacidades y activos de personas, tanto en el presente
como en el futuro, sin perjudicar los recursos naturales (Chambers y
Conway, 1992).
El
artículo está dividido en cuatro partes. Primero,
presentamos algunos datos geográficos, demográficos y
económicos que permitan un acercamiento a la REBISE. En un
segundo momento, el lector encontrará la descripción de
una nota metodológica que permite conocer qué
estrategias de investigación de campo utilizamos; cuáles
fueron los criterios para elegir los ejidos en los que realizamos la
investigación y en qué periodo efectuamos la
investigación de campo. Después, damos cuenta de las
investigaciones que se han desarrollado con el enfoque teórico
de los medios de vida y detallamos de qué forma lo retomamos.
Por último, presentamos los resultados positivos y negativos
en los capitales de medios de vida. El análisis está
separado por tipo de “capital” y el impacto en los grupos
de población.
La
Reserva de la Biosfera la Sepultura
La
Reserva de la Biosfera La Sepultura (REBISE) es un Área
Natural Protegida (ANP) que forma parte de la cadena montañosa
de la Sierra Madre de Chiapas. Su ubicación geoespacial
corresponde a las coordenadas 16° 00’ 18’’ y
16° 29’ 01’’ de latitud Norte y 93° 24’
34’’ y 94° 07’ 35’’ de longitud
Oeste (véase mapa 1). La REBISE se conforma de cinco zonas
núcleos que cubren alrededor de 13,759 hectáreas. Éstas
se destinan exclusivamente a la conservación de la diversidad
biológica, por lo que no se permite el establecimiento de
poblaciones. Además, hay una zona de amortiguamiento de
aproximadamente de 153,550 hectáreas, en la que se sitúan
los asentamientos humanos y se permiten actividades productivas que
sean "sustentables". Al ser una ANP se prevé que las
actividades agrícolas que realizan los pobladores no dañen
el entorno biofísico, sin embargo, esto no siempre es posible
debido a las necesidades de reproducción de las unidades
familiares, que hacen uso de los recursos ecosistémicos. Así,
lo denominado "sustentable" es a veces un ideal que no
siempre se cumple.
La
Sepultura es un territorio marcado por la influencia antrópica,
debido a que un 47 % de la tenencia de la tierra pertenece a la
propiedad privada; 48 % a ejidos, comunidades y colonias agrícolas
y ganaderas, el resto (es decir, un 5 %) son terrenos baldíos
(INE, 1999). Cerca de 25,000 personas viven en la zona de
amortiguamiento y en el área de influencia que rodea la
Reserva. Las familias que se encuentran en esta ANP son
principalmente agricultores que se dedican a la activad agrícola
y pecuaria. Los usos de suelo más comunes son la ganadería
bovina extensiva, seguidos del cultivo de maíz y frijol para
autoconsumo. Algunas familias obtienen ingresos de cultivos
comerciales como el café y palma camedor en sotobosque
(Caballero, 2020).
Mapa
1. Ubicación de zona de estudio en la Reserva de la Biosfera
la Sepultura
Fuente.
Elaboración propia con información de CONANP (2021) y
CONAFOR (2019).
Según
información de la CONAFOR, entre el 2004 al 2020 se había
destinado a La Sepultura un monto de MXN $103,444,194.71, mismos que
fueron distribuidos de la siguiente manera: 88 % para la modalidad
hidrológico y el 12 % para biodiversidad. En cuanto al régimen
de tenencia de la tierra, un 93 % se ha destinado a la propiedad
social, en particular al ejido, y el resto a pequeños
propietarios (Caballero, 2020). El núcleo agrario se integra
por los ejidatarios, quienes poseen un título de propiedad de
la tierra y los no ejidatarios, denominados pobladores y avecindados
que en términos jurídicos no poseen ningún tipo
de tenencia de la tierra, aunque sí están sujetos a la
normatividad y reglas que las autoridades ejidales y líderes
locales definen en las asambleas ejidales.
La
estructura organizativa en los ejidos incorpora a la asamblea ejidal
como el órgano de máxima representación. Esta
instancia es representada por el comisariado ejidal, el cual es
regulado y apoyado por el consejo de vigilancia y sus respectivos
suplentes. Las tierras ejidales se dividen, por su destino, en
tierras de asentamiento humano, parceladas y de uso común. En
la REBISE estas últimas son elegibles para ser inscritas al
PSA. Por lo regular, los ejidatarios tienen los derechos de facto
sobre ellas, según los acuerdos establecidos en la asamblea
ejidal.
La
superficie beneficiada del PSA se ha distribuido en 29 ejidos, que
representa alrededor del 17 % del territorio de la REBISE. Del total,
cerca de la mitad se ubican en el municipio de Villaflores. La
compensación económica se otorga por un periodo de
cinco años bajo la firma de un contrato al que se le denomina
Convenio de concertación. Este documento es firmado por el
comisariado ejidal y los funcionarios de la CONAFOR. En el año
2003, cuando el programa inició, el pago otorgado por hectárea
fue de MXN $400.00 para bosques mesófilo y de MXN $300.00 para
otros tipos de bosques. A partir del 2006, con las modificaciones de
las reglas de operación, el pago se ha diferenciado en función
del riesgo de deforestación y los ecosistemas forestales, como
se aprecia en la tabla 1.
Tabla 1. Áreas de pago
diferenciado del programa de PSA
Área pago
|
Modalidad
|
Ecosistema
|
Riesgo de deforestación
|
Monto (MXN
$)
|
1
|
Hidrológico
|
Bosque mesófilo
|
Muy alto
|
1,100.00
|
2
|
Hidrológico
|
Bosque mesófilo
|
Alto, medio y bajo
|
700.00
|
3a y 3b
|
Hidrológico
|
Bosque de coníferas
Selva
Subcaducifolia
Bosque de encino
|
Muy alto, alto, medio, bajo y
muy bajo
|
382.00 280.00
|
4
|
Biodiversidad
|
Selvas Altas Perennifolias
Vegetación
Hidrófila
|
Muy alto, alto, medio, bajo y
muy bajo
|
550.00
|
5
|
Biodiversidad
|
Selva caducifolia y Selva
espinosa
|
Muy Alto y Alto
|
382.00
|
Vegetación Hidrófila
|
Muy alto, alto, medio, bajo y
muy bajo
|
6
|
Biodiversidad
|
Selva caducifolia y Selva
espinosa
|
Medio, bajo y muy bajo
|
280.00
|
Zonas áridas y
semiáridas, pastizales naturales
|
Muy alto, alto, medio, bajo y
muy bajo
|
Fuente.
Elaboración propia con Reglas de Operación del PSA
(CONAFOR, 2012).
Como
contraparte del pago, los beneficiarios aceptaban mantener la
cobertura forestal y participar en las actividades de gestión
de la tierra. En la investigación de campo pudimos constatar
que las actividades más importantes fueron la construcción
de cercas vivas, la apertura de brechas cortafuego, las obras de
conservación de suelo, el combate de incendios forestales, el
control de plagas forestales y la vigilancia en predios inscritos
para evitar actividades ilegales. Estas actividades se establecen en
un Programa de Mejores Prácticas de Manejo (PMPM) y/o en una
Guía de Mejores Prácticas de Manejo (GMPM) (Caballero
et
al.,
2021).
Imagen
1. Anuncio alusivo al programa de PSA
Fuente.
Fotografía tomada por el primer autor en trabajo de campo,
Tierra y Libertad, Villaflores, 27 septiembre del 2019.
Un
porcentaje del monto recibido (del 30 al 50 %) se empleó para
cubrir los gastos de las acciones comprometidas en el PMPM/GMPM, el
resto se utilizó para proyectos comunitarios y se distribuyó
entre las familias elegibles. En los recorridos de campo observamos
que en general la distribución de los recursos económicos
del PSA fue desigual, ya que se benefició en mayor medida a
los poseedores de tierras, es decir, a los ejidatarios. Esto generó
tensiones y conflictos internos en las localidades, debido a que los
pobladores y avecindados –el
sector de habitantes sin tierra–
mostraron inconformidad al no recibir el apoyo económico o al
recibir cantidades notablemente inferiores. Cabe matizar que cuando
la distribución del recurso fue en partes iguales solo
participaron ejidatarios (véase cuadro 2, páginas 8-9).
Más adelante explicamos que la distribución depende de
la forma en que las asambleas ejidales definen la asignación
de los montos, los criterios, sanciones o multas.
Metodología
Los
datos se obtuvieron a través de observación
participante y entrevistas etnográficas realizadas a
autoridades ejidales, representantes del programa, beneficiarios y no
beneficiarios del PSA y personal operativo de la REBISE. Aunque no
utilizamos un formato estructurado, el curso de la entrevista se guió
en función del actor entrevistado para recopilar información
demográfica de las familias, la distribución y uso de
los recursos económicos, percepciones de equidad y beneficios,
cumplimiento de las actividades de conservación y sobre la
organización comunitaria. Se aplicaron un total de 40
entrevistas a los habitantes de 14 ejidos (véase mapa 1),
situados en tres municipios: Villaflores, Jiquipilas y Villa Corzo,
ubicados en la zona de amortiguamiento de la Reserva.
La
tabla 2 documenta información referida al monto económico
del PSA que recibió cada ejido en sus respectivos periodos,
además de la modalidad en que se distribuyó y los
actores –en el contexto de la estructura social de los ejidos–
que fueron beneficiados. En los ejidos donde la distribución
fue desigual, los ejidatarios recibieron una cantidad económica
mayor a la que se otorgó a los pobladores y avecindados. En la
mayoría de estos casos los avecindados fueron excluidos del
programa, excepto
en Los Ángeles, Tierra
y Libertad (Villaflores, para el periodo 2011-2015) y California.
Cuando
la distribución del recurso se dividió en partes
iguales, casi siempre fue solo entre los ejidatarios. Por ejemplo, en
Tierra y Libertad, Jiquipilas, cada uno recibió un monto
económico de $5000.00 pesos en cada contrato.
En
dos casos, Tierra y Libertad (de Villaflores, para el periodo
2017-2021) y Viva Chiapas, el recurso que se repartieron los
ejidatarios fue considerando el número de hectáreas que
tenían inscritas en el PSA. Así, si un ejidatario tenía
10 hectáreas el pago que recibía era el equivalente a
dicha área. En
Tiltepec los pobladores que participaron recibieron un monto
equivalente al número de jornales trabajados haciendo
actividades establecidas en la GMPM.
Tabla
2. Ejidos seleccionados para realizar la investigación de
campo
Municipio
|
Ejido
|
Periodo
|
Superficie
(ha)
|
Monto
(MXN
$)
|
Actores
beneficiados
|
Forma
de distribución
|
Villaflores
|
Tres
Picos
|
2004-2008
|
937
|
1,405,500
|
Ejidatarios
Pobladores
|
Desigual
|
2009-2013
|
997
|
2,195,319
|
2015-2019
|
983
|
2,263,662
|
Los
Ángeles
|
2005-2009
|
915
|
1,441,861
|
Ejidatarios
Pobladores
Avecindados
|
Desigual
|
2008-2012
|
472
|
1,093,763
|
2012-2016
|
1,103
|
2,964,379
|
Josefa
Ortiz de Domínguez
|
2005-2009
|
847
|
1,567,722
|
Ejidatarios
|
Equitativo
|
2010-2014
|
613
|
2,172,887
|
2015-2019
|
342
|
1,298,356
|
Tierra
y Libertad
|
2005-2009
|
1,575
|
2,754,626
|
Ejidatarios
Pobladores
|
Desigual
|
|
|
|
|
Ejidatarios
Pobladores
Avecindados
|
Desigual
|
2011-2015
|
1,643
|
5,370,389
|
|
|
|
2017-2021
|
1,588
|
4,670,022
|
Ejidatarios
|
En
función de la superficie
|
Niquidambar
|
2005-2009
|
325
|
487,474
|
Ejidatarios
Pobladores
|
Desigual
|
2011-2015
|
475
|
1,459,469
|
California
|
2005-2009
|
492
|
737,491
|
Ejidatarios
Pobladores
Avecindados
|
Desigual
|
2012-2016
|
390
|
952,378
|
30 de
Noviembre
|
2007-2011
|
59
|
97,662
|
Ejidatarios
Pobladores
|
Equitativo
|
Villahermosa
|
2007-2011
|
1,277
|
2,209,525
|
Ejidatarios
Pobladores
|
Desigual
|
2013-2017
|
1,732
|
4,390,707
|
El
Paraíso
|
2008-2012
|
374
|
798,899
|
Ejidatarios
Pobladores
|
Desigual
|
2009-2013
|
200
|
480,536
|
2016-2020
|
574
|
1,157,922
|
Viva
Chiapas
|
2008-2012
|
233
|
118,609
|
Ejidatarios
|
En
función de la superficie
|
2013-2017
|
469
|
1,621,821
|
Nueva
Independencia
|
2009-2013
|
240
|
660,691
|
Ejidatarios
|
Equitativo
|
2015-2019
|
323
|
1,240,500
|
Jiquipilas
|
Tierra
y Libertad
|
2005-2009
|
1,796
|
2,694,613
|
Ejidatarios
|
Equitativo
|
2012-2016
|
1,363
|
2,817,217
|
Tiltepec
|
2009-2013
|
1,988
|
4,380,515
|
Ejidatarios
Pobladores
|
En
función de jornales trabajados
|
2013-2017
|
594
|
1,299,807
|
Villa
Corzo
|
Sierra
Morena
|
2004-2008
|
762
|
1,143,000
|
Ejidatarios
Pobladores
|
Desigual
|
2009-2013
|
800
|
2,068,700
|
2015-2019
|
1,256
|
4,292,338
|
Fuente.
Elaboración
propia con datos de investigación de campo y CONAFOR (2019).
La
investigación de campo para obtener esta información se
realizó durante el periodo agosto-diciembre de 2018; en los
meses de septiembre y octubre de 2019 y en abril del año 2021.
La
elección de los núcleos agrarios se determinó en
función de los siguientes factores: i) que los núcleos
agrarios mantuvieran el programa vigente o, en su caso, hubieran sido
beneficiarios; ii) que el ejido se ubicara dentro del polígono
de la REBISE; iii) la identificación del desarrollo de
estrategias de medios de vida y, iv) la proximidad de un ejido con
otro, esto para facilitar nuestro traslado. Los informantes clave
fueron seleccionados mediante el muestreo bola de nieve que se
utiliza con frecuencia en las investigaciones cualitativas.
Las
formas de registro utilizadas fueron las notas etnográficas
registradas en un diario de campo y las grabaciones de las
entrevistas. Cuando el entrevistado permitió el uso de la
grabadora se registró toda la información que
verbalizó. Posteriormente, transcribimos únicamente
algunos fragmentos de las entrevistas grabadas y extractos de notas
de campo.
La
información fue analizada y organizada por categorías
de los capitales de medios de vida (natural, social, financiero,
humano y físico), como se muestra en la tabla 3. La
importancia de operacionalizar los constructos teóricos del
marco de capitales de MV es que permite vincularlos con elementos
empíricos, es decir, con hechos o sucesos que observamos y
analizamos durante la investigación.
Tabla
3. Indicadores para el análisis de los efectos del PSA en los
medios de vida
Capitales
|
Descripción
|
Observables
|
Natural
|
Incluye
los recursos naturales y servicios ecosistémicos
disponibles para sustento de hogares.
|
Cumplimiento
de las actividades del PMPM/GMPM.
|
Intensificación
de sistemas agropecuarios.
|
Presencia
de incendios forestales.
|
Social
|
Se
refiere a las relaciones sociales entre las personas (normas,
cohesión social).
|
Cohesión
social.
|
Conflictos
entre actores locales.
|
Creación
de reglas/normas vinculadas a la conservación de bosques.
|
Financiero
|
Representa
la dinámica de recursos económicos (ingreso, gasto,
ahorro).
|
Variación
de ingresos de las familias.
|
Exclusión
del pago a algunos actores.
|
Humano
|
Constituido
por destrezas, conocimientos, salud y educación.
|
Habilidades
de manejo forestal.
|
Destino
de la compensación económica para cubrir gastos de
alimentación, salud y educación.
|
Físico
|
Comprende
la infraestructura y activos físicos.
|
Herramientas
y maquinaria agropecuaria.
|
Infraestructura
local.
|
Fuente.
Elaboración propia con investigación de campo e
información en Scoones (1998), DFID (1999) y Ellis (2000).
Un
acercamiento al análisis de los medios de vida
Los
estudios que han explorado los programas de PSA y sus efectos en los
medios de vida locales han generado controversias, debido a que
exponen resultados opuestos. No existe un consenso en cuanto a los
efectos que tienen sobre la conservación de la biodiversidad y
el bienestar de la población (Hejnowicz et
al.,
2014; Börner et
al.,
2017; Blundo-Canto et
al.,
2018).
De
acuerdo con la literatura revisada, los efectos favorables de los PSA
inciden en una mayor seguridad de la tenencia de la tierra (Bremer et
al.,
2014), también contribuyen a mejorar el ingreso familiar
(Nieratkaa et
al.,
2015; Sims y Alix-Garcia, 2017) y aumentan las oportunidades de
empleo (Wang et
al.,
2017). Asimismo, en algunos entornos, la presencia del PSA promueve
el fortalecimiento de instituciones y redes sociales (Tacconi et
al.,
2013; Kwayu et
al.,
2017), la acción colectiva (Rodríguez-Robayo et
al.,
2016) y el capital social comunitario (Alix-Garcia et
al.,
2018). De la misma manera, se ha demostrado cómo algunos
beneficiarios destinan una proporción del recurso económico
en educación e infraestructura local (Wunder y Albán,
2008).
No
obstante, también pueden presentarse efectos no deseados,
tales como restricciones a las estrategias de subsistencia de los
hogares más pobres (Wang et
al.,
2017; Galdámez et
al.,
2016), ya que presentan una alta dependencia de los recursos
forestales, considerados indispensables para sus MV (Engel et
al.,
2008). Asimismo, las prohibiciones de los esquemas de PSA pueden
erosionar las prácticas tradicionales e identidad local
(Ibarra et
al.,
2011). También, ciertas investigaciones prueban que su
introducción genera tensiones y conflictos sociales a nivel
local alentados por beneficios desiguales (Corbera et
al.,
2019; Caballero et
al.,
2021). De igual manera, hay quienes sostienen que se genera una
visión utilitaria de conservación (Garcia-Amado et
al.,
2013) y captura de los beneficios por los hogares más ricos
que aumenta la brecha de la pobreza (Garcia-Amado et
al.,
2011).
Para
Liu y Konteleon (2018), los esquemas de servicios ambientales
presentan impactos modestos en el bienestar de los proveedores de SA.
Además, concluyen que se pueden obtener resultados favorables
a media que los pagos sean altos, se presenten bajos costos de
transacción, una alta participación voluntaria y
fuentes de ingresos alternativas. Por su parte, los autores
Blundo-Canto et
al.
(2018) a partir de la revisión de 46 experiencias cuya
atención se centró en los beneficios financieros y en
la cobertura de bosques, observaron más impactos positivos que
negativos.
Aun
cuando es vasta la información relacionada a los efectos del
PSA a nivel social y natural, hay todavía un vacío
respecto a propuestas que presten atención a los efectos
sociales, culturales y humanos que generan estos esquemas de
compensación en la población involucrada y, sobre todo,
en identificar cuáles son los factores clave que permiten o no
el involucramiento de los distintos actores que convergen en el
territorio, así como en los resultados diferenciados en la
zona estudiada. Para contribuir en este análisis a
continuación detallamos de qué forma se utiliza el
enfoque de medios de vida para analizar los resultados del PSA.
La
teoría de medios de vida se remonta a la labor de Robert
Chambers, llevada a cabo a mediados de 1980; misma que se continúo
desarrollando, junto con Conway, durante la década de los
noventa (DFID, 1999). Posteriormente fue retomado por el Departamento
para el Desarrollo Internacional (por sus siglas en ingles DFID) de
Reino Unido para impulsar programas de desarrollo rural,
principalmente en África (Ávila-Foucat, 2014).
El
marco teórico de los MV surge como respuesta a la necesidad de
generar una propuesta para analizar de manera integral las
estrategias de vida de hogares rurales (Chambers y Conway 1992,
Bebbington, 1999, DFID 1999). El análisis se ejecuta a nivel
del hogar y, de manera agregada, es posible el estudio en la
comunidad o un territorio más amplio. Este enfoque también
puede ser utilizado para la formulación, ejecución,
monitoreo y evaluación de políticas (DFID, 1999) que
toman en cuenta a los actores, sus recursos y decisiones.
De
acuerdo con Chambers y Conway (1992) los medios de vida deben
entenderse como las capacidades, los capitales (incluyendo recursos
tanto materiales como sociales) y actividades necesarias para la
subsistencia de las familias. A partir de esta definición
Ellis (2000) incorpora el contexto institucional y define a los MV
como las actividades, los activos (naturales, físicos,
humanos, financieros y sociales) y el acceso a los mismos, los cuales
son mediados por instituciones y relaciones sociales que, juntos
determinan la forma de vivir de los individuos o de las familias. Por
lo tanto, los factores contextuales pueden incidir en los resultados
del PSA en términos de desempeño ambiental y social
(Börner et
al.,
2017).
El
marco analítico de MV se basa en el análisis de los
capitales, en relación con su contexto institucional y
vulnerabilidad. Parte de la relevancia de este marco se asigna al
énfasis centrado en las instituciones locales (Ávila-Foucat
et
al.,
2014). De acuerdo con el DIFD (1999) este enfoque se centra
principalmente y, por encima de todo, en las personas. Su objetivo
consiste en lograr un entendimiento preciso y realista de los pilares
de las poblaciones (activos o dotaciones de capital) y de su esfuerzo
por convertirlos en logros positivos. La propuesta de medios de vida
permite entender, por un lado, el proceso por el cual las familias
construyen sus medios de vida, y por otro, las consecuencias
específicas en sus capitales, incluyendo los cambios derivados
por intervenciones externas, como el PSA (véase figura 1).
Figura
1. Marco conceptual de medios de vida
Fuente.
Elaboración
propia con base a DIFD (1999) y Babulo et
al. (2009).
Los
componentes de este marco son el contexto de vulnerabilidad, los
activos, las estructuras y procesos de transformación; las
estrategias y los logros de medios de vida. El enfoque considera
cinco activos, los cuales fueron retomados en esta investigación:
humano, social, natural, físico y financiero. Los activos se
refieren a los capitales con los que se desarrollan los logros de MV.
El acceso a estos se ve condicionado por factores históricos,
económicos, políticos, geográficos o
institucionales (Sánchez, 2014).
Esta
teoría se fundamenta en el supuesto de que las personas y
colectivos requieren de una amplia gama de capitales, los cuales
combinan para asegurar su supervivencia y mejorar su calidad de vida
de una manera sostenible. No existe una única categoría
de activos que por sí mismo logre alcanzar múltiples y
variados objetivos que persiguen las poblaciones, sobre todo en las
personas menos favorecidas que se ven obligadas a combinar los
escasos activos que poseen de una manera estratégica para
asegurar su sobrevivencia (DFID, 1999).
En
seguida se presentan la descripción de los capitales del marco
de MV, de acuerdo con las clasificaciones elaboradas por Carney
(1998), Scoones (1998), DFID (1999) y Ellis (2000): el capital humano
representa las aptitudes, conocimientos, capacidades laborales,
destrezas y buena salud que permiten al actor procurar diversas
estrategias de MV para lograr sus resultados. Mientras que el capital
social se refiere a las relaciones formales e informales que se
traduce en redes y conexiones que pueden derivar en diferentes
oportunidades y beneficios. Este capital también se relaciona
con los recursos sociales, construidos en los territorios que están
soportados en la confianza, la solidaridad, la acción
colectiva y la participación comprometida de los integrantes
de un colectivo.
Por
su parte, el capital natural incluye los recursos naturales (suelo,
agua, aire, recursos genéticos, entre otros) y los servicios
ambientales (ciclo hidrológico, sumideros de contaminación,
etc.) de los cuales disponen los hogares para el sustento. Su
importancia radica en que son la base esencial de sobrevivencia de la
mayoría de las poblaciones rurales. El capital físico
comprende la infraestructura y bienes de producción
(transporte, comunicaciones, suministro de agua y energía,
edificios, equipos herramientas, etc.) necesarios para estructurar
las estrategias de vida. Por último, el capital financiero
representa los recursos económicos vinculados al ahorro,
crédito, pensiones, remesas que son esenciales para la
consecución de cualquier estrategia de MV.
Los
capitales son mediados por instituciones, procesos y políticas,
los cuales determinan el acceso a los diferentes tipos de capital y
estrategias de MV (Scoones, 1998; DFID, 1999). En esta investigación
se retomó esta propuesta para analizar los efectos de una
política ambiental orientada a la conservación de los
bosques, con familias ubicadas en ejidos que pertenecen a la REBISE.
Como demostramos en el siguiente apartado, La Sepultura está
sujeta a restricciones de protección ambiental, sin embargo,
es un territorio complejo porque en él convergen distintos
actores, con diferentes intereses que desarrollan estrategias que no
siempre tienen que ver con los lineamientos oficiales de las
políticas ambientales.
Resultados
La
información empírica recabada durante la investigación
de campo evidenció efectos en los capitales de MV en
diferentes direcciones (favorables y no favorables), en las familias
beneficiarias y no beneficiarias de La Sepultura. En este apartado se
muestran los resultados positivos y los efectos no deseados; además
se describe en qué contextos y arreglos intracomunitarios se
presentaron. En la tabla 4 presentamos un breve resumen que a
continuación desarrollamos.
Tabla
4. Efectos en los capitales de MV en localidades de La Sepultura
Capital
|
Positivo
|
No deseado (negativo)
|
Social
|
Participación
comunitaria.
Creación
de normas para el cuidado del bosque.
Asistencia a la asamblea
ejidal.
|
Exclusión de no
ejidatarios.
Conflictos entre
ejidatarios y no ejidatarios.
|
Natural
|
Disminución de
incendios forestales.
Construcción
de obras de conservación de suelo.
Promoción del
cultivo de café y palma bajo sombra.
|
No realizaron la totalidad de
actividades del PMPM/GMPM.
Efectos indirectos en los
ecosistemas.
|
Financiero
|
Diversificación de
ingresos.
|
Inequidad en el reparto del
pago.
Altos costos de
transacción.
|
Humano
|
Destino del pago para
alimentación y educación.
Talleres de capacitación.
|
Restricción al cultivo
de maíz bajo el sistema milpa.
|
Físico
|
Inversión en
infraestructura y equipo local.
Adquisición de
equipos agropecuarios.
|
No se observaron.
|
Fuente.
Elaboración
propia con información de investigación de campo.
En
los ejidos hay distintos actores, no solamente lo habitan las
familias cuyo jefe de familia es un ejidatario, sino también
hay avecindados y pobladores. Estos dos últimos tienen un
solar y en ocasiones el dominio de una pequeña porción
de tierra (alquilada o prestada) que les sirve para realizar las
labores agrícolas, en particular, la siembra de maíz y
frijol. Esta condición los limita no solo en términos
del desarrollo de estrategias de medios de vida, sino también
en la toma de decisiones que corresponden a la vida comunitaria.
En
algunos ejidos los avecindados y pobladores sí pueden asistir
a la asamblea ejidal, aunque, sin derecho a ejercer un voto. Esta
instancia, una vez al mes, reúne a todos los ejidatarios para
tomar las decisiones y establecer las reglas del funcionamiento de
convivencia política, social y económica. Una de las
cuestiones que se define en la asamblea es la participación de
los no ejidatarios en los programas o proyectos; si participan esto
debe quedar asentado en el Acta, también ahí se
establecen cuáles serán sus derechos, obligaciones y
sanciones.
Para
que el núcleo agrario pueda recibir la compensación
económica del PSA, el Comisariado ejidal, con apoyo del asesor
técnico, debe realizar una solicitud a la CONAFOR. Cuando esta
petición es aprobada, la asamblea de cada ejido precisa cómo
se va a repartir el recurso entre los ejidatarios, pobladores y
avecindados; qué acciones o actividades van a programar en el
PMGM y GMPM, y qué sanciones se harán acreedores si no
cumplen con los acuerdos establecidos. De modo que la asamblea ejidal
es una institución local funcional para definir el ejercicio
del PSA.
Como
hemos visto en la tabla 2, las formas de distribución del pago
difieren en cada núcleo agrario, las cuales dependen de
diferentes factores, entre ellos, la historia agraria del ejido, la
incidencia de actores externos (en especial las Organizaciones No
Gubernamentales) y el grado de acción colectiva existente.
Según la información de investigación de campo,
estas decisiones son impulsadas por los ejidatarios y líderes,
lo que no siempre beneficia al resto de la población; en otros
términos, esta forma de distribución del recurso hace
más grande la brecha de los beneficios entre ejidatarios y
quienes no poseen un título de propiedad.
Por
citar algunos ejemplos, en Tierra y Libertad del municipio de
Jiquipilas y Josefa Ortiz de Domínguez y Nueva Independencia
del municipio de Villaflores, la distribución se hizo en
cantidades iguales únicamente entre los ejidatarios.
En
el núcleo agrario Tierra y Libertad, del municipio de
Villaflores, en la operación del tercer contrato el pago se
distribuyó en función del tamaño de la parcela
de cada ejidatario. De esta forma, los avecindados y pobladores no
fueron beneficiados por esta decisión.
En
ejidos Villahermosa, El Paraíso, Tres Picos y Los Ángeles
del municipio de Villaflores, el PSA se operó de forma
ejidal/comunitario, es decir, los recursos económicos se
distribuyeron entre ejidatarios, pobladores y avecindados, sin
embargo, para estos dos últimos recibieron un monto
considerablemente menor. A continuación, presentamos los
resultados positivos y los efectos no deseados, en los capitales de
medios de vida. El análisis está separado por tipo de
“capital”.
Efectos
positivos en los capitales de medios de vida
Capital
social
El
capital social se fortaleció en los ejidos donde la
compensación económica se distribuyó entre
quienes conforman la estructura residencial de los ejidos, es decir,
cuando se repartió −aunque en partes desiguales−
entre ejidatarios, pobladores y avecindados. La participación
en el PSA, y el recurso que derivó éste, reforzó
los lazos sociales y las prácticas que fomentan la
participación comunitaria, como el tequio.
Con
esto no queremos afirmar que el capital social fuese débil en
etapas previas al PSA, pero la integración se basaba
principalmente en el tequio en tanto forma de trabajo que los
habitantes de un ejido tienen la obligación de hacer cuando se
llevan a cabo obras en beneficio de la localidad, por ejemplo, cuando
se reparan caminos de acceso al ejido o a las parcelas agrícolas,
así como cuando se da mantenimiento a lugares de uso público
(escuelas, parques, panteones, etc.). Pero, con la participación
de ejidatarios, pobladores y/o avecindados en el PSA se generó
un ambiente de compromiso y reciprocidad a cumplir con las prácticas
establecidas en los programas o guías de mejores prácticas.
En
este sentido, identificamos que cuando el PSA se operó a nivel
ejidal se fortaleció la cohesión entre los distintos
actores locales y se expresó en aspectos organizativos,
económicos y productivos. La población no solo se
comprometió a realizar actividades definidas en el tequio,
también en acciones específicas relacionadas con la
conservación del ambiente. Hubo un mayor apego a las normas
establecidas relacionadas con la protección de los bosques: se
prohibió derribar árboles para comercializar la madera
y la cacería de la fauna silvestre; se impulsó el uso
de fuego controlado en los sistemas agrícolas. Asimismo, se
obligó a pobladores y avecindados para que asistieran a la
Asamblea ejidal, y de no hacerlo recibían una sanción
económica o eran expulsados del programa. Los entrevistados
indicaron que hubo un mayor número de asistentes en las
reuniones “de cada mes”.
Capital
natural
Con
la introducción de las regulaciones del PSA, la incidencia de
incendios forestales disminuyó en la mayor parte de los ejidos
(a excepción de Tierra y Libertad, municipio de Jiquipilas).
En esto contribuyó la prohibición de quemas en el
sistema de roza-tumba-quema, la apertura de brecha cortafuego en los
linderos de cada ejido y la creación de grupos que se
encargaban de regular el uso del fuego.
De
acuerdo con la revisión de las PMGM/GMPM todos los núcleos
agrarios incluyeron prácticas de conservación de suelo
y agua, que contenía la construcción de presas
filtrantes, barreras vivas, presas de piedra y acomodo de material
muerto en curvas de nivel (véase imagen 2). Estas tenían
el propósito de disminuir la escorrentía del agua y
mejorar la infiltración del recuro hídrico. La
participación en estas actividades estaba en función de
la forma de ejecución el PSA, por ejemplo, en los casos que el
programa se operaba de forma ejidal participaban los ejidatarios,
avecindados y pobladores.
Imagen
2. Construcción de presa de piedra acomodada
Fuente.
Fotografía tomada por el primer autor en trabajo de campo,
Tierra y Libertad, Jiquipilas, 10 de diciembre de 2018.
Por
otra parte, las restricciones vinculadas al cambio de uso de suelo
contribuyeron a conciliar la conservación forestal con
actividades productivas permitidas en la zona de amortiguamiento de
la Reserva; por ejemplo, la plantación de café bajo
sombra y el cultivo de palma camedor en sotobosque, acciones que
contribuyen a mejorar el suministro de SA, impulsadas también
por Organizaciones No Gubernamentales.
Capital
financiero
Como
hemos mencionado, el PSA es un mecanismo de compensación
económica que, a través de un pago directo, debería
influir de manera favorable en los ingresos de los proveedores de SA,
sin embargo, el efecto en el activo financiero está en función
de la cantidad y la forma de distribución, la cual como
señalamos, difiere entre los distintos grupos y territorios.
El
pago otorgado contribuyó a que las familias diversificarán
sus ingresos. Aunque en los casos que el programa se operó de
forma ejidal, estos variaron porque los ejidatarios recibieron una
cantidad mayor que los pobladores y avecindados. Cuando el PSA se
implementó bajo esta forma de gestión, todos reportaron
efectos positivos –en diferentes grados– en el capital
financiero. Coincidimos con los hallazgos de García-Amado et
al.
(2011), quienes indicaron que, aunque los grupos sin tierra reciben
un pago menor que los ejidatarios, el PSA operado a nivel ejidal,
ofrece una oportunidad para que los pobladores y avecindados se
conviertan en beneficiarios.
Capital
humano
Los
activos humanos se fortalecieron con la participación en el
PSA. Los pobladores y avecindados indicaron que una parte del dinero
fue utilizada para complementar los gastos de alimentación y
la compra de insumos para la producción de maíz. En
ellos las actividades generadoras de ingresos se reducen a la
producción y venta de maíz, y al pago de jornales en el
corte de palma y café. Mientras que los ejidatarios informaron
que una proporción del pago fue para sufragar los gastos de
educación de sus hijos, lo cual permite reconocer la formación
de capital humano.
Un
número importante de informantes expresaron haber asistido a
los cursos y talleres de capacitación relacionados al manejo
forestal y servicios ecosistémicos, impulsados por el asesor
técnico, como parte de las reglas de operación del
programa. En los cursos, las principales temáticas abordadas
fueron las siguientes: combate de incendios forestales, control de
plagas, importancia de los SA y concientización ambiental.
Sin
embargo, quienes se involucraron en esta actividad fueron los
representantes de los grupos y los ejidatarios, pocas veces los
pobladores y avecindados participaron en estas capacitaciones. Lo
observado en la investigación de campo, coincide con lo que
indican Wunder y Alban (2008), a menudo la capacitación
forestal se restringe a la participación de los líderes.
Por su parte, Arriagada et
al.
(2018) sostienen que cuando los beneficiarios participan en los
talleres aumentan sus conocimientos y, en consecuencia, se motivan a
realizar acciones de conservación.
Capital
físico
Los
efectos en el capital físico se identificaron a partir de la
transferencia del recurso económico para adquirir
infraestructura local comunitaria, equipos y maquinaria agropecuaria.
En su mayoría los núcleos agrarios incorporaron en su
PMGM/GMPM la compra de equipos para el combate de incendios y la
construcción de viveros para la producción de plántulas
de café y palma camedor, y el mantenimiento de caminos
forestales más transitables por la población local. Se
destaca la inversión en proyectos comunitarios, como en el
ejido de Tierra y Libertad, Villaflores, quienes contemplaron en la
Guía la compra de planta de agua purificadora y
retroexcavadora (véase imagen 3).
A
nivel hogar, las personas que reciben una mayor cantidad del recurso
financiero, ya sea por que poseen la categoría de ejidatario o
una mayor superficie de parcela forestal, les permitió
adquirir equipos para la producción pecuaria (picadora de
pastos, bombas para el suministro de agua). También, hubo
quienes lo utilizaban para la construcción de viveros de palma
y compra de ganado bovino.
Imagen 3. Planta purificadora
de agua
Fuente.
Visita a la
purificadora de agua, Tierra y Libertad, Jiquipilas, 29 de septiembre
del 2019.
Por
lo que toca a los resultados negativos o efectos no deseados, en los
capitales de medios de vida, encontramos lo que a continuación
se menciona.
Efectos
negativos en los capitales de medios de vida
Capital
social
En
principio, cuando el PSA era otorgado a ejidos y comunidades, la
responsabilidad para el cumplimiento del contrato debía ser
comunitaria, al igual que la distribución de los beneficios,
no obstante, este supuesto se adaptó en función de las
instituciones locales. Por lo tanto, en los escenarios que se excluyó
a los pobladores y avecindados de los beneficios del programa se
evidenciaron efectos no favorables del capital social.
La
determinación por parte de las asambleas ejidales de incluir
únicamente a los ejidatarios (por ejemplo, en Josefa Ortiz de
Domínguez y Tierra y Libertad) y excluir a las personas sin
tierras, estimuló inconformidad entre los pobladores y
avecindados, puesto que se percibieron en una situación de
inequidad, carente de legitimidad y, en algunos casos, actuaron en
contra de las personas favorecidas (Sattler y Matzdorf 2013;
Nieratkaa et
al.,
2015). Esta inconformidad es añeja, y ha sido motivo de
discusión y conflicto entre los habitantes de los ejidos pues
la mayor parte de los programas gubernamentales van dirigidos solo a
ejidatarios.
De
manera que, una condición previa para el éxito de una
política pública es el capital social, lo cual se ha
evidenciado en diversos estudios (Clements et
al.,
2010; Nieratkaa et
al.,
2015). También, se ha demostrado que cuando el programa no
beneficia a todos los grupos sociales, se presentan problemas
asociados a la inclusión, justicia y equidad (Gentes y Jost,
2015); por lo anterior, considerar este capital en la operatividad de
los programas permitirá una mayor inclusión de todos
los hogares en las compensaciones económicas.
Capital
natural
De
acuerdo con el trabajo empírico los beneficiarios no
efectuaron la totalidad de los compromisos establecidos en la
PMPM/GMPM. Con
frecuencia, los factores que incidieron en estas omisiones se
debieron a limitaciones técnicas, el tamaño del pago
(Hejnowicz et
al.,
2014), el escaso monitoreo por parte de los operadores del programa y
el bajo interés de los beneficiarios por realizar prácticas
de conservación.
En
la investigación de campo pudimos constatar que el cuidado de
los ecosistemas no siempre es un asunto prioritario en las prácticas
y lógicas de acción de los habitantes que participan en
el PSA. El capital natural se vio impactado por efectos indirectos
(también llamados efectos fuga) que ocurrieron fuera del
alcance espacial y contractual del PSA (véase también
Börner et
al.,
2017). En este caso, se transfirieron recursos económicos
hacia actividades productivas que tienen un impacto negativo en los
recursos naturales. La mayoría de los entrevistados indicaron
que una parte del dinero fue utilizado en la compra de fertilizantes
sintéticos y agroquímicos para la producción de
maíz en monocultivo. De la misma manera, para el mantenimiento
de la brecha cortafuego, utilizaron herbicidas que facilitaban la
limpieza de malezas (Caballero et
al.,
2021).
Se
parte del supuesto de que las prácticas de gestión de
la tierra adoptadas por la población de la REBISE que tienen
el propósito de mantener la cobertura forestal mantendrán
y mejorarán el suministro de servicios ecosistémicos
por el cual se está siendo compensado. No obstante, el cambio
en el uso de suelo no se traduce fácilmente en una mayor
disponibilidad de SE (Hejnowicz et
al.,
2014; Börner et
al.,
2017). Por lo tanto, condicionar los pagos por la provisión
del SE, en lugar de acciones que probablemente mejoraría el
capital natural de los PSA, aunque requería un monitoreo
riguroso que implicaría mayores costos económicos.
Capital
financiero
En
algunos ejidos solo fueron beneficiarios personas que ostentaron la
figura de ejidatario, por consecuencia se excluyeron a actores
sociales sin tenencia de la tierra (pobladores y avecindados). Como
resultado, la distribución de los beneficios económicos
fue únicamente entre los ejidatarios. En efecto, la inequidad
en el reparto de los ingresos estuvo influenciada por los derechos de
propiedad. Un caso similar mostró el estudio de Galdámez
et
al.
(2016) en una comunidad de la Reserva de la Biosfera el Ocote, en
Chiapas. Lo que plantearon es que la toma de decisiones y el acceso a
los recursos económicos que proporciona el PSA fue desigual
debido a que los apoyos -por regla de operación- están
dirigidos a los poseedores de tierras, a detentores de derechos
agrarios.
Desde
la percepción del beneficiario, el programa fue una estrategia
de empleo temporal que otorgaba incentivos económicos para
realizar acciones de manejo forestal que implicaba altos costos de
transacción. En este sentido, los efectos en el capital
financiero fueron mínimos, si se toma en cuenta los gastos en
que incurrieron para realizar las prácticas manejo de los
bosques. Estos resultados confirman lo ya encontrado por Arriagada et
al.
(2018), en el Sur de México, quienes relevaron que el impacto,
en el ingreso, no fue significativo. De ahí la importancia del
capital natural con el que se cuente.
Capital
humano
Además
de otros factores (declaratoria de la ANP), con la introducción
de regulaciones del PSA limitaron a los agricultores a continuar
practicando el sistema de roza-tumba-quema. En consecuencia, esto
implicó que muchos abandonaran la siembra del maíz, un
grano básico en la dieta de las familias. No obstante, los que
no renunciaron en su totalidad, se les restringió abrir nuevas
áreas de cultivo. De manera que fue necesario incrementar el
uso de insumos externos (herbicidas y fertilizantes sintéticos)
para obtener rendimientos. Lo anterior ha tenido un efecto negativo
no solo en los ecosistemas, sino en la salud de los agricultores.
En
este sentido los efectos no favorables en el capital humano se
centran en las dimensiones de alimentación y salud. Por
ejemplo, Ibarra et
al.,
(2011) identificaron que una comunidad, ubicada en Oaxaca, que
participó en el PSA, sufrió cambios en sus patrones de
consumo debido a la baja productividad de cultivos de subsistencia,
restricción a la caza, disminución del área
agrícola disponible y reducción de ciclos de barbecho.
Además, incrementó el consumo de alimentos de baja
calidad. Por ello, concluyeron que las medidas de conservación
condujeron a una pérdida agrobiodiversidad y diversidad
dietética. Observamos efectos similares en la población
estudiada.
Capital
físico
Los
resultados favorables en el capital físico responden en buena
medida, a los arreglos promovidos a nivel local, nos referimos a los
acuerdos de asamblea. De manera que, si la mayor parte del recurso
económico es distribuido entre las familias, es poco probable
que se destine alguna porción del recurso a inversiones que
tengan un impacto a nivel comunitario, es decir, en todos los
integrantes del ejido. La evidencia
sugiere que el PSA debería de operarse de forma colectiva,
para que de esta manera se destinen fondos a las obras comunitarias
(Tacconi
et
al.,
2013; Bremer
et
al.,
2014). Dos experiencias de este tipo fueron documentadas por
Nieratkaa et
al.
(2015) y Rodríguez-Robayo et
al.
(2020), ambos estudios se llevaron a cabo en comunidades del estado
de Oaxaca, las cuales tenían una base sólida de normas
prosociales de cooperación y acción colectiva
preexistente que permitió destinar un parte del pago a un
fondo común.
Conclusiones
Las
instituciones son de particular interés en el marco de medios
de vida. Los resultados en los medios de vida de la población
de La Sepultura están sujetos a la interrelación entre
las regulaciones del PSA e instituciones locales, especialmente los
derechos de propiedad del suelo y las normas de acción
colectiva. Como hemos expuesto en este artículo, la tenencia
de la tierra ha sido un factor determinante para que los beneficios
de los instrumentos de compensación económica se
direccionen hacia los ejidatarios quienes son quienes poseen los
títulos de propiedad de la tierra.
Los
hallazgos encontrados en este estudio dejan en claro que operar el
PSA de forma ejidal/comunitaria tiene el potencial de mejorar la
organización comunitaria y facilitar los beneficios en los
medios de vida de los diferentes actores (Caballero et
al.,
2021). Mientras la exclusión debilita las instituciones
locales y aumenta las desigualdades socioeconómicas. Además,
la participación comunitaria, elemento del capital social, es
determinante para mejorar los resultados de un mecanismo monetario.
Diversas investigaciones han encontrado que este puede conducir a
resultados socioambientales positivos (Clemens et
al.,
2010; Nieratkaa et
al.,
2015; Rodríguez-Robayo et
al.,
2020).
Es
importante precisar que las decisiones que se definen en la asamblea,
sobre la distribución de las compensaciones económicas,
no benefician a todos los habitantes. El planteamiento central que
buscamos exponer en este artículo es que los beneficios son
diferenciados, en función del título de tenencia y
cantidad de tierra que posee cada familia. En base a lo anterior la
población puede desarrollar diversas estrategias de medios de
vida. De hecho, en varios ejidos, quienes no son ejidatarios
(avecindados y pobladores) no siempre tienen acceso a los recursos
económicos que se distribuyen a través del programa. Lo
anterior significa que “un acuerdo de asamblea” no
necesariamente significa beneficio comunitario, porque las formas de
distribución son impulsadas por las autoridades, líderes
de los grupos y ejidatarios.
En
las investigaciones que estudian los resultados del PSA se presta
poca atención en los factores institucionales que pueden
presentar efectos diferentes en los capitales de MV de los diferentes
subgrupos de una localidad, como hemos expuesto en este trabajo. Los
mecanismos de PSA no se introducen en un vacío institucional y
sus resultados no son ajenos al contexto territorial (Vatn, 2010). En
este sentido, es necesario examinar los contextos institucionales que
tienen gran importancia en la configuración y resultados
(Muradian et
al.,
2010). Esto se ve reflejado en la reciente literatura que reconoce a
las instituciones locales como cruciales para la adopción
exitosa los esquemas de compensación económica para la
conservación (Corbera et
al.,
2009; Clements et
al.,
2010;
Rodríguez-Robayo y Merino-Pérez, 2017).
Con
esta investigación demostramos que las instituciones locales
(como los derechos de propiedad de la tierra y las normas locales
acordadas en los núcleos agrarios) han permitido a los
ejidatarios asegurar ingresos del programa y excluir a los grupos sin
tenencia de la tierra. Los procesos de inclusión y exclusión
tuvieron consecuencias importantes en los capitales de los medios de
vida.
El
estudio evidenció que los pobladores y avecindados, que por lo
regular son lo más vulnerables, no pueden recibir los
beneficios del PSA para mejorar sus medios de vida si no son posibles
proveedores de servicios ambientales. Además, las estrategias
de subsistencia que dependen de los recursos naturales pueden verse
amenazados por el acceso restringido.
Finalmente,
consideramos que el análisis desagregado (ejidatarios y no
ejidatarios) es necesario en investigaciones futuras para explorar
los resultados de los mecanismos de PSA en los medios de vida de las
poblaciones que habitan en las Áreas Naturales Protegidas.
Bibliografía
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